Alan Mariano Guzmán Lazarte tiene 21 años y está próximo a convertirse en el primer profesional universitario de su familia. En esta conversación en LA GACETA motivada por el deseo de reflexionar a propósito del Día del Estudiante, que se celebra el 21 de este mes, Alan comenta que en su casa siempre valoraron la educación y que tiene un gran apoyo de sus padres. Con un promedio de 9,40, estudia Relaciones Internacionales en la Universidad San Pablo-T (USP-T): en este momento, escribe su tesis mientras cursa nueve materias con la intención de recibirse a fin de año.
Si bien asistió a un colegio técnico durante la secundaria, hubo una materia que conquistó su corazón: ética. La profesora que la dictaba vio su potencial y sus intereses, así que le recomendó que participara de los modelos de las Naciones Unidas. Allí descubrió su sueño de ser diplomático, pero aún no estaba seguro de cómo alcanzar ese objetivo.
Alan se decidió por estudiar Relaciones Internacionales cuando participó de un programa en la USP-T: allí conoció la carrera y se lanzó "de lleno" hacia ella. Aunque su vocación estaba clara, no fue una elección fácil porque también le gustaban otras disciplinas. Y eso no cambió durante estos años: el alumno comenta que está deseoso de concluir Relaciones Internaciones para dedicarse a explorar su fascinación por el diseño y la arquitectura.
A la entrevista Alan trajo su libro favorito: “El choque de civilizaciones” de Samuel Huntington. “Este fue el primer ensayo que leí en mi carrera y es una obra publicada antes de la caída de la Unión Soviética. El autor se imagina un mundo posterior a ese cambio económico y social”, acota. Y añade que este libro estimuló su interés y amor por la geopolítica. Durante la charla, el estudiante destacado de la San Pablo-T compartió su experiencia universitaria; sus aprendizajes y cómo fueron cambiando sus planes hacia el futuro.
-¿Por qué estudiar para sacarse un 10 si se aprueba con menos? ¿De dónde viene tu compromiso académico?
-Si hoy me saco un 9, mañana me puedo sacar un 9,50 y, pasado, un 10. La única competencia sana es con uno mismo. Honestamente, me encanta ser exigente conmigo mismo y ver esa calificación como mi recompensa. Me gusta estudiar para mis exámenes pensando siempre en el 10. No obstante, no siempre es posible sacar la nota máxima. A pesar de ello, disfruto del proceso, me involucro en los temas abordados e incluso los intento aplicar en la realidad. No creo que las notas demuestren cuánto sabe o no una persona, sin embargo, creo que muestran cuán disciplinadas es.
-¿Por qué elegiste la carrera? ¿Te costó la decisión?
-Elegí estudiar Relaciones Internacionales en cierto sentido por vocación. Me encantan la historia, el derecho y la política internacional. Me apasiona saber cómo funcionan las relaciones exteriores de los Estados. Esta carrera aunaba todos esos componentes. La decisión no me resultó difícil. Opté por esta carrera al momento de participar y ganar diferentes modelos destinados a simular el funcionamiento de la Organización de las Naciones Unidas, en su mayoría elaborados por la Organización Argentina de Jóvenes para las Naciones Unidas, a la que estoy agradecido.
-¿Cómo es tu rutina de estudio? ¿Cuál es tu método para concentrarte? ¿Cómo lidiás con el teléfono?
-Normalmente estudio únicamente de los libros que nos dan los profesores y de sus aportes en las clases. No puedo estudiar de mis apuntes, aunque suene raro. Sé que es difícil hoy en día concentrarse con tantas distracciones, pero aún así es posible estudiar a pesar de ello. En mi caso, me gusta jugar a los videojuegos o ver algún partido de futbol antes de iniciar mi rutina de estudio. Eso sí, mantengo siempre y en todo momento mi teléfono en modo "no molestar".
-¿Cómo enfrentás las expectativas ajenas?
-Agradezco a mis padres porque, si no los hubiera tenido diciéndome "dale, vos podés un poco más", quizás no me habría esforzado. Usualmente los jóvenes suelen ver esa presión de los padres como algo negativo, pero yo no: encontré en esa actitud un apoyo y aliento. Incluso cuando desaprobaba, ellos, en vez de retarme, promovían la charla para saber cómo me sentía yo.
Sé que mis padres tienen expectativas en mí, pero me gusta verlas como objetivos. Creo que si no hubiesen existido estas proyecciones, tanto propias como ajenas, hoy no sería posible que esté aquí, en LA GACETA, haciendo esta entrevista. Las expectativas son parte del proceso, hay que saber aprovecharlas.
-¿Qué pasa si desaprobás un examen?
-Nada: tendría que pararme después de esa caída; estudiar; prepararme y volverlo a intentar. El estrés y la ansiedad de una mala nota siempre están presentes en la mente de un estudiante. Pero fallar es parte del aprendizaje, y, además, una oportunidad para crecer y mejorar.
-¿Alguna vez influyó el estudio en tu salud mental?
-Sí. Por ser tan exigente conmigo mismo, tuve un episodio de estrés el año pasado en el que incluso llegué a perder algo de pelo. Lo tomé como un llamado a la atención de que algo tenía que cambiar. Me pesaban los planes que había hecho para el futuro: mis ambiciones se habían convertido en una obligación más del presente. Entonces, me di cuenta de que proyectar a largo plazo no me traía ningún beneficio y decidí enfocarme en el día a día, es decir, en ir cumpliendo objetivos más pequeños y en disfrutar del presente. Entendí que pensar en el futuro es una forma de establecer metas, pero no un método para lograrlas.
-¿Qué hacés aparte de estudiar?
-Tengo varios pasatiempos. Me encanta escuchar música, en especial, rock. También me gusta aprender nuevos idiomas. Sé inglés, portugués y algo de alemán. Otras actividades que hago regularmente son jugar a los videojuegos; practicar karting, y ver futbol y la Fórmula 1.
-¿En dónde y cómo te ves en 5 años?
-Como decía antes, no me gusta proyectar demasiado para no perder la cordura: cuando uno piensa en un futuro muy lejano, comienzan el estrés y la ansiedad. En algún momento soñé y me vi como un diplomático, pero hoy aún sigo descubriendo cuáles son las cosas que me gustan y hacia dónde me gustaría ir. Aún así, puedo decir que mis sueños de aquí en 10 años son tener una familia; tener mi casa; tener a mis padres y tener la posibilidad de vivir haciendo lo que me apasiona.
Crear mi propio hogar quizás sea lo más importante: siento que poseo el gen para ser padre. Por supuesto que es algo que haría una vez que mis expectativas académicas y laborales estén cumplidas.
-¿Qué te gustaría aportar a Tucumán?
-Me encantaría dar una "esencia internacional" a la provincia. Esto quiere decir aplicar todo mi conocimiento para mejorar su infraestructura y aumentar la calidad de vida de su gente, sin dejar de lado a ningún tucumano. Sé que esto tiene su complejidad, pero, como dijo en algún momento Mercedes Sosa, "soy tan testarudo, que todavía insisto en cambiar el mundo".
-¿Qué consejos darías a otros estudiantes?
-Les diría que se tomen su tiempo: siento que vivimos muy apresurados y que pensamos que si no elegimos ya la carrera al salir de la secundaria se viene el fin del mundo. Es común creer que hay que elegir algo para dar una respuesta a la familia. Si todavía estás indeciso, dedicate a descubrirte. El tiempo es sabio porque te enseña los caminos que podés seguir, y te muestra quién sos y lo que te gusta.
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